martes, 25 de noviembre de 2014

Educar en familia, aprender juntos

Es difícil describir mi posición frente al sistema educativo actual, es difícil de aceptar que los niños deben estar tantas horas en la escuela, callados bien sentados y aprendiendo lo mismo, exactamente lo mismo que los demás.

Un día decidí dejar de quejarme porque la colegiatura era cara, porque les pedían más material del que necesitaban, porque las tareas eran injustas y tediosas, porque la maestra no podía ver y fomentan el potencial que yo sé que tienen mis hijos. Así que aunque ya no estaba en la edad de seguir estudiando cursé una licenciatura en línea, una Licenciatura en Educación, una carrera que estaba segura me iba a ayudar a acompañar a mis hijos en sus etapa escolar y ¿por qué no?, un trabajo que tuviera los mismos días feriados que ellos. Fueron cuatro años de realizar los roles de estudiante, esposa, mamá, ama de casa y empleada de turno completo… pero valió la pena, valió tanto la pena que pude valorar si realmente era rentable pasar más de diez horas fuera de casa, si debía dejar a cargo de terceros la atención de mi casa, la educación de mis hijos, el cuidado de mis tesoros más valiosos… mientras yo salía cada día a resolver situaciones ajenas a mi persona, a trabajar para una empresa que no me veía como una persona, sino como un producto, un producto prescindible, porque era labor de todo jefe recordarnos día a día que había muchos que querían ese puesto, muchos que podían hacer las cosas mejor…

Tal vez ya llevaba mucho tiempo pensándolo pero nunca me animé a externarlo, porque iba en contra de lo que debía hacer, de lo correcto, de lo normal, de lo que debe hacer toda mujer actual, correr como loca todo el día tratando de cumplir en todo lo que dicta la sociedad, todo esto bien arreglada y con mejor actitud, porque todo es medible… todo es criticado, y siempre hay quién te aconseja como hacer mejor las cosas…

¿Realmente eso quería para mi familia? ¿Existía la posibilidad de que me recordaran como la mujer trabajadora que sacrificó todo por ellos? Pero, ¡¿Cómo me iban a recordar si no me veían?! Me veía una hora en la mañana, mientras los despertaba con la cantaleta diaria de que era tarde, de que debían dormirse temprano para levantarse contentos, de regañarles porque no estaban en su lugar los zapatos de la escuela, de obligarlos a ir bien desayunados a la escuela porque es la comida más importante del día, de renegar porque no dejaban lista la mochila desde la noche anterior… Les daba un beso y los dejaba en la escuela… Afortunadamente tenía el apoyo de los abuelos, ellos iban por ellos a la salida de la escuela, y se encargaban de que comieran bien e hicieran su tarea, porque yo llegaba a las 6:30 de la tarde a exigirles que tuvieran todo listo porque tenían clase de algo a las 7:00, baile, kung fu, gimnasia, natación… de acuerdo a lo establecido debía tener actividades extraescolares, así que nos volvíamos a ver por la noche, cuando mucho un par de horas, que eran apenas las necesarias para que se bañaran, cenaran y tuvieran todo listo para el día siguiente… aunque siempre faltaba algo…
Eso era lo que iban a recordar de mí, siempre tenía prisa, siempre tenía que hacer algo, siempre les decía qué hacer…

Me decidí… pedí mi baja… con mi nueva licenciatura tal vez un trabajo de menos horas, de más vacaciones y pasar el verano con ellos… Y así cursé el último año escolar 2013-2014 como la mamá que se queda a despedirlos hasta que toca el timbre, la que asiste a las juntas y es voluntaria para los eventos escolares, la que los espera con una sonrisa y les compra algo a la salida… y la que se entera de las luchas de poder que se vive con los padres de familia, de que el evento más sencillos está repleto de opiniones y que no se le da gusto a nadie, de que la directora puede hacer con mis hijos lo que considere necesario para el bien del colegio, y que si a alguien no le gusta las puertas están bien abiertas…

Mientras tanto trataba de buscar algo como docente suplente para integrarme de tiempo completo en el próximo ciclo escolar, es tan diferente estar dentro del aula, es difícil poder hacer que más de veinte niños trabajen en lo mismo, pero es genial ver en sus caritas cuando aprenden algo, cuando participan, cuando abren sus ojos grandes en un tema que les interesa, cuando te ven como la maestra que todo lo sabe…

Entonces un día le dije a Marido, -¿Sabes? Un trabajo como docente es volver a lo mismo, a un horario, a un jefe y seguiría dejando a mis hijos, creo que lo mejor sería que los educara en casa… La verdad, lo dije como broma en serio… Pero él, que siempre me apoya, me dijo: -Adelante, si tú quieres lo van a lograr… Y aquí estamos iniciando una vida fuera de lo normal, fuera del sistema escolar, que no sólo es diferente, estoy segura que es mejor…

1 comentario:

  1. Qué emoción leerte, Ceci! Admiro mucho tu valentía y tu determinación (de Benja también), porque aunque no estemos tan felices con el sistema, es difícil tomar decisiones que requieren esfuerzo y que además, van en contra de todo. Lo que más alegría me da es pensar que tus niños van a gozar de tenerte allí cerquita de ellos, y que van a tener toda la libertad y tranquilidad para aprender a su ritmo y de acuerdo a sus intereses. Muchas felicidades por este gran paso y comparto tu emoción en esta nueva etapa de sus vidas.
    Abrazos!

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